La satisfacción y la felicidad verdadera no se encuentran en los objetos externos, sino en nuestro interior. La satisfacción comporta paz y plenitud en la vida. .

Significa aceptar la vida tal como viene, y ser feliz con las condiciones que surjan, sean cuales sean.
.

Sólo cuando la mente está liberada de las presiones del deseo y la frustración puede alcanzar el equilibrio y la purificación. Con esta pureza llega la alegría. Cuando estamos satisfechos, no nos quejamos, no ansiamos lo que no poseemos, y no nos afecta lo que la gente piensa o diga de nosotros.

Todas las sensaciones de comparación, rivalidad y celos nacen de un sentimiento de insatisfacción que corrompe la vida. Una mente enajenada está siempre insatisfecha y busca constantemente el atractivo en los objetos exteriores. Será presa de los celos, el cotilleo y las murmuraciones.

No hay que medir el éxito en la vida basándonos en lo que se posee, la posición o la inteligencia, sino en la capacidad de desvincularnos de los deseos y las ansias que nos esclavizan.